Lo que hoy te he escrito en el cielo

La escritura efímera del paisaje

Una caligrafía en suspensión atraviesa el paisaje, trasladando el gesto pictórico al espacio abierto. El trazo se convierte en signo caligráfico expandido, un dibujo mínimo que se despliega en el aire. Su presencia introduce un movimiento sutil que activa la percepción del entorno, invitando a leer la naturaleza como si fuera una superficie de escritura. Señala la relación entre gesto y vacío que define mi práctica habitual. En este cruce entre línea y paisaje, entre lo efímero y lo permanente, la obra se presenta como una escritura abierta en diálogo con el lugar.

El land art surge a finales de los años sesenta en Estados Unidos como una respuesta crítica a la mercantilización del arte y a los límites de la galería tradicional. Artistas como Robert Smithson, Nancy Holt o Michael Heizer trasladaron su práctica al paisaje, utilizando la tierra, la piedra o el agua como materiales y el territorio mismo como espacio de intervención. Esta corriente no solo desplazó el arte hacia lo natural, sino que también lo concibió como un proceso abierto, sometido al tiempo, a la erosión y a la transformación.

En mi trabajo encuentro una afinidad profunda con estos planteamientos. El gesto caligráfico, que en mis pinturas se materializa sobre papel o madera, encuentra en el espacio abierto una proyección distinta: el trazo se expande, se convierte en volumen o instalación, y entra en diálogo directo con el entorno. En este sentido, el land art resuena con mi búsqueda del vacío y de la relación entre materia y percepción. Me interesa pensar la escultura no como objeto aislado, sino como presencia que activa el lugar y lo resignifica. Así, el paisaje deja de ser un fondo y pasa a ser parte constitutiva de la obra, prolongando el gesto hacia la naturaleza misma.